Mujeres cuidadoras de personas dependientes y su papel fundamental
Cuando una persona de la familia enferma, hay un pacto no escrito en el que la mujer suele desempeñar el rol de cuidadora. Aunque en estos últimos años su papel ha ganado visibilidad en la sociedad, son ellas las que se encargan del cuidado de las personas dependientes. Si bien su papel es fundamental, no siempre está reconocido por el entorno.
Según diferentes estudios con datos del Imserso, por lo general, cuando nos referimos a mujeres cuidadoras hablamos de mujeres casadas, con una edad media de 52 años, sin ocupación laboral remunerada y cuya relación con la persona cuidada es en el 57% de los casos paterno filial, en el 16 % de pareja y en el 10% de los casos son la nuera de la persona dependiente.
Las mujeres cuidadoras de personas dependientes y la importancia de su trabajo
El cuidado no tiene un gen femenino. Muchos hombres se encargan del cuidado de sus padres, pero no es lo habitual. Acompañar a una persona dependiente, sobre todo si tiene una enfermedad neurodegenerativa lleva a invertir hasta una década de la vida de muchas mujeres. Eso implica renunciar a sus propias necesidades y a invertir los roles. Ellas son las madres de sus padres y viven con angustia y culpabilidad.
Por todas esas cargas emocionales y físicas, es importante que las cuidadoras no sólo vean reconocido su trabajo, sino que encuentren lugares donde puedan tomar un respiro y tiempo para no renunciar a sus vidas. En el Club de los Cuidadores nos encargamos de ofrecerte información, solución a tus dudas sobre el cuidado de otras personas y sobre ti, porque el autocuidado es lo primero de lo que se olvida la mujer.
¿Cómo podrían continuar con sus vidas laborales el resto de familiares si la cuidadora no se encargara de atender a la persona dependiente? La respuesta es sencilla y fácil. Su mundo se pararía. Por esta razón, cuando un miembro de la familia enferma se da por hecho que quien no tiene trabajo o percibe un sueldo más bajo puede renunciar a él, y normalmente es la mujer.
Ciertos comportamientos no se han superado y la mujer debe tomar las riendas para que el cuidado no recaiga por completo sobre sus hombros. Son ellas las que piden jornadas reducidas en sus trabajos para cuidar. Eso representa una pérdida de poder adquisitivo y una renuncia a su vida profesional y personal.
El trabajo de la mujer cuidadora necesita más reconocimiento y visibilidad
En palabras de la socióloga María Ángeles Durán, Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política 2018 y una de las principales estudiosas del cuidado en España, el tiempo dedicado por los hogares a la atención no remunerada es un 30% mayor a todo el trabajo remunerado, reglado o no. La experta estima que este cúmulo de horas equivaldría a 28 millones de empleos directos.
Con una sociedad más envejecida y con menos nacimientos, la probabilidad de que una persona mayor necesite ayuda para sus tareas cotidianas aumenta. Las mujeres lo saben bien. Por esta razón tanto la formación en el ámbito del cuidado como el reparto de tareas es indispensable. Como mujer cuidadora debes evitar la sobrecarga de trabajo. Y esto solo se consigue si como sociedad, somos conscientes de que además de injusto, no es positivo que esta labor sea ‘cosa de mujeres’.
Las personas dependientes necesitan buenos cuidados, y cuando una mujer cuidadora acumula: falta de sueño, ansiedad, depresión, dolores físicos…, resulta imposible que esos cuidados sean de calidad. Hacer un paréntesis en nuestras vidas de dos, tres o diez años resulta impensable para algunos hombres.
Cuando el cuidado por parte de las mujeres se convierte en una salida laboral
Como ya comentamos en el apartado de la formación de los cuidadores no profesionales un paso para mejorar la calidad de vida de las mujeres cuidadoras, es aprender sobre las áreas específicas que afectan a la persona que atienden. Esos conocimientos que puedes adquirir de manera autodidacta a través de Internet, en un futuro se pueden convertir en una salida laboral.
Para que la cuidadora dé ese paso, es lógico que la experiencia que vive no seas tan agotadora que prefiera no dedicarse a ello como profesional. Cuando el cuidado se transforma en una profesión, la experiencia es más gratificante. Contamos con herramientas para afrontar cualquier tipo de situación, vamos un paso por delante de las necesidades que requiera la persona que atendemos, etc.
Queda claro que los cuidados de las personas dependientes recaen todavía sobre los hombros de las mujeres. Urge que, desde la Administración y la sociedad, se valore y respete un trabajo tan necesario como complicado cuando la cuidadora ni siquiera ha elegido ese rol dentro de la familia. El autocuidado y la valoración por parte de su entorno es fundamental. Sin las mujeres cuidadoras, el mundo se pararía.