La soledad no deseada en las personas mayores es una de las principales causas de problemas de salud mental en este segmento poblacional, ya que su aparición es más frecuente en personas de edad avanzada, con enfermedades crónicas, que viven solas y con menos recursos económicos.
Según el Observatorio de la Soledad No Deseada Estatal, vinculado a la Fundación ONCE, este fenómeno, que puede ser puntual y que no debe confundirse con el aislamiento social, afecta a un 13,4% de la población adulta (datos del 2023), y tiene una mayor incidencia en las mujeres (14,8%, frente a un 12,1% en los hombres).
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La soledad no deseada en los mayores es un problema relativamente reciente y puede relacionarse con los cambios demográficos y en el estilo de vida de las últimas décadas.
Estos cambios son el descenso de la natalidad, el envejecimiento de la población, el aumento de los hogares unipersonales o los nuevos tipos de familia.
Con la tendencia actual,en 2037 habrá más de 6 millones de hogares unipersonales en nuestro país (29,8% del total, datos del INE).
Si tenemos en cuenta que en el año 2035 al menos el 26,5% de la población será mayor de 65 años y que se triplicará el número de mayores de 100 años, podemos intuir que el número de personas mayores que vivirán solas también aumentará considerablemente.
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La soledad no deseada no es una condición, es una sensación de no tener apoyos o alguien con quien contar.
Por eso, no implica necesariamente que quienes la experimentan estén solos físicamente.
Es más, quizá estas personas tienen contacto e incluso conviven con otros, pero no se sienten arropados, atendidos o escuchados, lo que les genera un malestar continuo y un deterioro significativo de su calidad de vida.
Aunque puede darse en cualquier etapa de la vida, la soledad no deseada en las personas mayores es la que más se vincula con el aislamiento del entorno íntimo, muchas veces porque les resulta complicado estar cerca de sus seres queridos (debido, por ejemplo, a problemas de movilidad).
El llamado "Síndrome del nido vacío", el duelo por seres queridos, el deterioro de los lazos familiares o los prejuicios sociales relacionados con la vejez también propician que muchos mayores se sientan solos.
Otras causas del picor de piel tras una ducha
Reacción alérgica a productos de baño
Muchos productos de baño contienen ingredientes irritantes, como fragancias, colorantes y conservantes.
En el caso de los mayores, los cuidadores debemos buscar productos neutros o soluciones naturales para cuidar la piel, como los aceites corporales.
Agua demasiado caliente o exceso de tiempo en la ducha
El agua caliente es relajante, pero, si está a una temperatura muy elevada o pasamos demasiado debajo de ella, eliminamos los aceites naturales de la piel, dejándola seca y propensa a la picazón.
Si eres cuidador de personas mayores, controla la temperatura del agua, tanto en duchas y baños, como en el aseo diario (por ejemplo, en el cambio de absorbente).
Exceso de fricción al asearse o secar la piel
Un dicho popular asegura que "La soledad es un buen lugar para encontrarse, pero no para quedarse".
Por eso, los cuidadores, tanto familiares como profesionales, debemos aprender a respetar el espacio y los tiempos de los mayores, pero también a detectar, prevenir y evitar la sensación de soledad.
Al fin y al cabo, formamos parte de su red de apoyo más cercana.
La clave es que la persona se mantenga activa y que fortalezca sus lazos sociales.
Algunas opciones que permiten unir ambos objetivos son realizar un voluntariado, apuntarse a asociaciones, acudir a viajes en grupo, ir a centros de día o inscribirse en talleres de actividades físicas y creativas (pintura, cocina, manualidades, etc.).
Desde Cruz Roja también aconsejan a los mayores:
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Perder el miedo a tomar distancia de las relaciones tóxicas o que les producen malestar.
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Mostrar interés por las personas de su entorno (familiares, amigos, vecinos, conocidos, etc.) e intentar recordar fechas especiales como cumpleaños, aniversarios, etc.
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Aprender a gestionar las emociones.
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Resolver de manera autónoma los pequeños conflictos diarios.
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Ser empáticos con lo que sienten los demás.
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Intentar ampliar su red de contactos.
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Aprovechar las zonas y los comercios de proximidad para conectar con otras personas.
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Promover espacios amigables.
Por otra parte, la prevención de la soledad no deseada es más complicada en las personas dependientes, donde la responsabilidad se extiende también a sus familiares y cuidadores.
Aun así, también existen algunos recursos interesantes:
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Contactar con profesionales (neurólogos, psicólogos, geriatras, etc.).
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Buscar la ayuda de un cuidador/a.
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Solicitar asistencia de los servicios sociales.
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Encontrar asociaciones de personas y familiares en la misma situación para compartir herramientas, experiencias, etc.
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