Cuidar a una persona mayor o dependiente es un desafío. ¿Cómo prestar atención y ayudar a un ser querido cuando no quiere ayuda? Esta es una de las dificultades a las que la persona cuidadora se enfrenta. La atención y el cuidado de ancianos conlleva una gran dosis de empatía y paciencia. Tengamos en cuenta que estamos frente a una mujer o un hombre que quizás hace unos años llevaba una vida autónoma y se resiste al cambio.
Dialoga sobre sus necesidades con la persona mayor
A todos nos gusta que nos pidan nuestra opinión. Sobre todo, si nos va a afectar en algo tan importante como nuestro cuidado. Mantener una conversación distendida sobre qué tareas diarias le cuesta realizar, siempre desde el máximo respeto será el primer paso para que la persona cuidada comprenda que sus necesidades y dudas nos importan.
Encontrar el día y el momento adecuado para dialogar sobre sus preferencias es fundamental. Huir de cualquier tensión es beneficioso para las dos partes. Deja claro que recibir ayuda y atención no es un síntoma de debilidad. Todos en algún momento necesitamos del otro. Puede que le cueste aceptar o entender que algunas tareas ya no puede realizarlas solo, pero eso no significa nada negativo.
Quitar o restar importancia tanto al tiempo que vamos a invertir en estar a su lado como el coste económico le calmará. Escuchar con atención y respeto a la persona mayor nos ayudará a afrontar su cuidado. Si establece algunos límites que son negociables los cumpliremos. Y si otros no lo son, trataremos de hacerle ver que será una experiencia positiva para nosotros estar a su lado por si nos necesita.
Involucra a la familia para compartir la atención y el cuidado del anciano
No debes afrontar en soledad la falta de independencia de nuestro ser querido. Contar con el apoyo y ayuda de parte de la familia y conocidos es necesario. Cuantos más puntos de vista haya, mejor entenderá lo beneficioso que resultará recibir ayuda. Y para ti supondrá un alivio al no tener que soportar toda la presión.
Si eres mujer, como la gran mayoría de las cuidadoras, no dudes en buscar entre tu entorno un soporte para la aventura que inicias si has decidido ser tú quien se encargue de ese familiar. No lo veas como si fueras la única responsable de su cuidado. Este tipo de pensamientos harán que tu desgaste mental o físico acabe repercutiendo en una labor tan delicada como son los cuidados de las personas dependientes o ancianas.
Recuerda que en los últimos años el panorama para el cuidado de ancianos ha cambiado. Cuentas con apoyos como esta iniciativa, el Club de Cuidadores. Tal vez creas que es tu obligación atender a tu familiar. Pero también lo es tu propio estado de salud y conocer las herramientas que te acompañarán en esta experiencia vital. Saber que no estás sola, ser consciente de que existen otras alternativas a la soledad y a la improvisación te servirán para mejorar su cuidado y tu autocuidado.
Cuidar de ancianos o personas dependientes va de la mano del autocuidado
Los sentimientos de impotencia o frustración aparecen o aparecerán cuando nos dedicamos a cuidar de una persona mayor o dependiente. La razón principal es que por mucho empeño que pongamos, en ocasiones no vemos signos de mejoría o no recibimos unas palabras amables del entorno.
La repercusión que tiene en nuestra vida laboral si somos familiares de la persona cuidada, la atención que busca nuestra propia familia (hijos e hijas) pueden incrementar el malestar. Por esta razón, el autocuidado es básico. ¿Cómo vamos a responder a las necesidades del otro si apenas tenemos energías? Si la familia o conocidos han formado parte de la primera etapa, la del diálogo y reparto de tareas, hemos de conseguir que cada uno cumpla con sus obligaciones.
Es fácil caer en esa falsa creencia que acompaña a algunas cuidadoras: tú eres la que mejor se entiende con él o con ella y es mejor que te ocupes de su cuidado. Es una trampa que a veces nos ponemos nosotras. Nuestro ser querido estará en buenas manos tanto contigo como con otra persona de confianza. Delegar es sinónimo de inteligencia emocional. Déjate cuidar tú también. Pedir ayuda a otros miembros de la familia o personas de confianza debería ser el primer punto a tratar cuando nos encontramos en esta situación.
Recuerda, escucha de manera activa a la persona cuidada. Ponte en su lugar. Encuentra las palabras adecuadas para hacerle entender que su calidad de vida mejorará si permite que le echen una mano. Llega a acuerdos y negocia con él todo lo que sea razonable. Pide ayuda y opinión tanto a tu familia como a conocidos de confianza. Pero, ante todo, no olvides que, para ser un buen cuidador de ancianos, lo primordial es que no te olvides de tus necesidades.